La promulgación de la creación del CORREDOR TURISTICO en el Departamento de Santander genera muchisimas oportunidades para los municipios que lo conforman.
Aparte de los lineamientos a tener en cuenta para la implementación de los servicios turísticos, como determinar el tipo de turistas al que estará dirigido, la infraestructura requerida para atenderlos, la demanda de servicios básicos, el estudio y propuestas para el manejo del impacto ambiental de la presencia del turista tanto en los recursos naturales como en la cultura y los valores de los habitantes de la región.
Más allá, y corriendo paralelas a estas consideraciones, hay que incluir en este listado el manejo y la preservación del patrimonio arquitectónico de la región.
Por estar involucrados municipios de tanta riqueza cultural (contemplando allí historia, arquitectura, paisaje, entre muchas otras cosas) hay que ser muy cuidadosos en el manejo de su patrimonio; municipios como Socorro, San Gil y Barichara, que poseen una riqueza histórico - arquitectónica reconocida por la Nación a través de la declaratoria de Monumento Nacional de sus Centros Históricos y que por falta de información de sus habitantes y dirigentes se desvirtúan constantemente los parámetros para su manejo, usos e intervenciones en ellos.
Socorro y Barichara tienen además delimitados sus centros históricos y reglamentadas las intervenciones en ellos, aunque la del Socorro está pidiendo con urgencia una revisión y actualización.
El caso de San Gil es un poco más difícil pues no se delimitó el centro histórico, hacer esto requiere hoy el concurso de su dirigencia pero ante todo el consenso de la ciudadanía para prestar su colaboración y entendimiento tanto al proceso de la delimitación como a la valoración de su patrimonio sin caer en las falsas creencias que abundan en el país sobre la oposición conceptual entre progreso y preservación de entornos urbanos, ó en la aún peor de las acciones en el manejo del patrimonio arquitectónico, una escuela tristemente célebre y reconocida en el mundo como GUATAVITISMO nacida del pecado de la buena intención que creó a “Guatavita la Nueva” como un pueblito blanco, de tejas de barro y calles empedradas que puede ser muy agradable para algunos pero en todo caso un falso histórico que engaña al público en general y que costó mucho a los habitantes adaptarse a un diseño “moderno y funcional” algo alejado de las costumbres propias de ellos.
Es también muy común en Colombia pensar en tener estos pueblitos como un pequeño ponquecito blanco, impecable e intocado, perfectamente conservado (más diría yo “restaurado”) sólo para uso y disfrute de los visitantes y absolutamente vedado a mostrar el transcurrir propio de la vida de sus habitantes; el triste ejemplo digno de evitar, de lo que acontecía con Villa de Leyva y su plaza principal en las noches de los fines de semana.
O también la irresponsable actitud de los citadinos foraneos que piensan en la envidia que despertaran en su círculo de amigos y allegados al lucir su última adquisición de viaje o de anticuario: bellisimas ventanas, puertas, celosías, molduras y un sin fin más de elementos fruto de la rapiña depredadora que acabó por ejemplo, con los modestos elementos originales de la carpintería doméstica del Centro Histórico del Socorro, muy bien acompañada de la inconsciencia ciudadana y alguna suma de dinero a cambio de su “vieja” pieza de carpintería, alfarería, cantería, etc.
Lo que mayor tristeza causa de todo esto es la dualidad de conceptos presentes en los entes estatales que se involucran en este tema, pues mientras unos entes promueven el “desarrollo” acabando (arrasando diría yo) la memoria urbana bien sea con demoliciones o con intervenciones nada respetuosas; otros libran batallas casi campales para convencer a todos los interesados en el progreso en emplear manejos adecuados sobre estas memorias, siendo clarísimo ejemplo de esto las diferencias conceptuales entre el nuevo manejo del centro de Santafé de Bogotá en especial el barrio La Candelaria o la campaña de preservación del barrio Teusaquillo y el manejo del centro y los barrios tradicionales de Bucaramanga como Bolarquí, San Alonso o El Campestre, sólo por ilustrar ejemplos relativamente cercanos geográficamente a Bucaramanga.
Estamos apenas a tiempo de proponer por parte de los municipios de Santander que forman parte del Corredor Turístico un manejo de los centros urbanos y centros históricos planes de manejo y protección acordes a los lineamientos de preservación que están establecidos por la Ley y de ser necesario se puede acudir a la experiencia de otros municipios y de otras naciones y a la atenta colaboración de naciones europeas cuyo proceso evolutivo y patrones culturales han sido distintos a los nuestros pero sus experiencias en el manejo del patrimonio van mucho más adelante que las nuestras y sobre todo, la orientación de la preservación hacia el servicio del turismo, nos puede llevar a fijar los términos de referencia para fijar la regulación de las nuevas áreas urbanas que sean requeridas por las proyecciones del desarrollo de estos municipios para lo cual se requiere un serio compromiso y alto sentido ético con una amplia visión del patrimonio hacia el futuro por parte de las firmas y profesionales que asesoren el proceso de formulación y ejecución de estos planes de desarrollo, de los cuales serán elementos imprescindibles los habitantes y los profesionales formados y que estén en ejercicio en la zona del corredor turístico.
Aparte de los lineamientos a tener en cuenta para la implementación de los servicios turísticos, como determinar el tipo de turistas al que estará dirigido, la infraestructura requerida para atenderlos, la demanda de servicios básicos, el estudio y propuestas para el manejo del impacto ambiental de la presencia del turista tanto en los recursos naturales como en la cultura y los valores de los habitantes de la región.
Más allá, y corriendo paralelas a estas consideraciones, hay que incluir en este listado el manejo y la preservación del patrimonio arquitectónico de la región.
Por estar involucrados municipios de tanta riqueza cultural (contemplando allí historia, arquitectura, paisaje, entre muchas otras cosas) hay que ser muy cuidadosos en el manejo de su patrimonio; municipios como Socorro, San Gil y Barichara, que poseen una riqueza histórico - arquitectónica reconocida por la Nación a través de la declaratoria de Monumento Nacional de sus Centros Históricos y que por falta de información de sus habitantes y dirigentes se desvirtúan constantemente los parámetros para su manejo, usos e intervenciones en ellos.
Socorro y Barichara tienen además delimitados sus centros históricos y reglamentadas las intervenciones en ellos, aunque la del Socorro está pidiendo con urgencia una revisión y actualización.
El caso de San Gil es un poco más difícil pues no se delimitó el centro histórico, hacer esto requiere hoy el concurso de su dirigencia pero ante todo el consenso de la ciudadanía para prestar su colaboración y entendimiento tanto al proceso de la delimitación como a la valoración de su patrimonio sin caer en las falsas creencias que abundan en el país sobre la oposición conceptual entre progreso y preservación de entornos urbanos, ó en la aún peor de las acciones en el manejo del patrimonio arquitectónico, una escuela tristemente célebre y reconocida en el mundo como GUATAVITISMO nacida del pecado de la buena intención que creó a “Guatavita la Nueva” como un pueblito blanco, de tejas de barro y calles empedradas que puede ser muy agradable para algunos pero en todo caso un falso histórico que engaña al público en general y que costó mucho a los habitantes adaptarse a un diseño “moderno y funcional” algo alejado de las costumbres propias de ellos.
Es también muy común en Colombia pensar en tener estos pueblitos como un pequeño ponquecito blanco, impecable e intocado, perfectamente conservado (más diría yo “restaurado”) sólo para uso y disfrute de los visitantes y absolutamente vedado a mostrar el transcurrir propio de la vida de sus habitantes; el triste ejemplo digno de evitar, de lo que acontecía con Villa de Leyva y su plaza principal en las noches de los fines de semana.
O también la irresponsable actitud de los citadinos foraneos que piensan en la envidia que despertaran en su círculo de amigos y allegados al lucir su última adquisición de viaje o de anticuario: bellisimas ventanas, puertas, celosías, molduras y un sin fin más de elementos fruto de la rapiña depredadora que acabó por ejemplo, con los modestos elementos originales de la carpintería doméstica del Centro Histórico del Socorro, muy bien acompañada de la inconsciencia ciudadana y alguna suma de dinero a cambio de su “vieja” pieza de carpintería, alfarería, cantería, etc.
Lo que mayor tristeza causa de todo esto es la dualidad de conceptos presentes en los entes estatales que se involucran en este tema, pues mientras unos entes promueven el “desarrollo” acabando (arrasando diría yo) la memoria urbana bien sea con demoliciones o con intervenciones nada respetuosas; otros libran batallas casi campales para convencer a todos los interesados en el progreso en emplear manejos adecuados sobre estas memorias, siendo clarísimo ejemplo de esto las diferencias conceptuales entre el nuevo manejo del centro de Santafé de Bogotá en especial el barrio La Candelaria o la campaña de preservación del barrio Teusaquillo y el manejo del centro y los barrios tradicionales de Bucaramanga como Bolarquí, San Alonso o El Campestre, sólo por ilustrar ejemplos relativamente cercanos geográficamente a Bucaramanga.
Estamos apenas a tiempo de proponer por parte de los municipios de Santander que forman parte del Corredor Turístico un manejo de los centros urbanos y centros históricos planes de manejo y protección acordes a los lineamientos de preservación que están establecidos por la Ley y de ser necesario se puede acudir a la experiencia de otros municipios y de otras naciones y a la atenta colaboración de naciones europeas cuyo proceso evolutivo y patrones culturales han sido distintos a los nuestros pero sus experiencias en el manejo del patrimonio van mucho más adelante que las nuestras y sobre todo, la orientación de la preservación hacia el servicio del turismo, nos puede llevar a fijar los términos de referencia para fijar la regulación de las nuevas áreas urbanas que sean requeridas por las proyecciones del desarrollo de estos municipios para lo cual se requiere un serio compromiso y alto sentido ético con una amplia visión del patrimonio hacia el futuro por parte de las firmas y profesionales que asesoren el proceso de formulación y ejecución de estos planes de desarrollo, de los cuales serán elementos imprescindibles los habitantes y los profesionales formados y que estén en ejercicio en la zona del corredor turístico.
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